martes, 14 de septiembre de 2010

Capítulo diez: El caído.

- Oh, veo que has hecho bien tus deberes de guardián, Lethar- comentó Dimitri mientras soltaba mi cuello, me alejé un poco observándolos a ambos.

Por mi parte no podía estar más aturdida, confundida y perdida, mi mente estaba entre un inminente estado de shock y euforia mezcladas, la garganta se me secaba y sentía que en cualquier minuto me desvanecería de la pura impresión, no podía estar pasando lo que yo creía estaba viendo, no podía ser que Dimitri…¡Dimitri Moskovits! Estuviese hablando con mi guardián como si fuese lo más normal del mundo, ¿Y por qué demonios Lethar le había llamado Sar…gon? De un momento a otro me avasallaron las interrogantes y luego de varios segundos volví a sentir mi corazón en la mitad del pecho, latiendo de manera escandalosamente rápida, algo en mis oídos parecía zumbar molestamente, o quizás todo era parte de lo que mi propio cuerpo expresaba al verse en al estado de conmoción.

- Has sido un pez difícil de tomar…- comentó Lethar con una pose que jamás le había visto antes, una actitud de amenaza inminente.

- O quizás tu mente divaga demasiado ¿no crees?- preguntó Dimitri volteándose hacia él haciendo que sólo tuviese la visual de su espalda.- de todas formas has sido predecible, igual que todos… 31 de Octubre… arriesgar la vida de tu propia protegida por tu estúpida vanidad. Excelente método, ángel- añadió.

- No conseguirás nada Sangor, no con Heather… no la usarás a ella, no lo harás.- era una sentencia, la voz ronca, pausada que incluso hizo que mi piel se erizara, nunca había visto a Lethar así.

- ¿En serio? ¿Qué te hace pensar que quiero algo a cambio?- preguntó Dimitri en son burlón, debía decir que tampoco conocía ese lado soberbio y altanero de mi acompañante del baile.

Lethar negó con la cabeza y una pose realmente temible y poderosa le sentí adoptar.

- Esto no es jugar limpio…

- Curioso que hables tú del buen juego, una pregunta ¿cómo has logrado ocultarles tanto tiempo allá arriba que….

- ¡Cállate!

- ¡Oh! El ángel también tiene cosas que ocultar, ¿no?

Fue entonces cuando pareció que por fin recuperaba el habla y me adelanté unos pasos hacia ellos, ambos me miraron fijamente, pero aún así me obligué a no peder la compostura en aquel instante.

- ¿Qué esta pasando? – miré a Lethar quien continuaba de brazos cruzados, apenas hice mi pregunta desvió la mirada hacia Dimitri.

- Quizás … Moskovits quiera responder la pregunta.- señaló.

Apreté la mandíbula, de pronto parecía que no quería escuchar una respuesta, sobre todo cuando vi cómo Dimitri se volteaba completamente hacia mi, sus ojos oscuros fijos en los míos, nuevamente, luego de semanas un frío glacial sentí bajar por mi columna vertebral, supe qué era: miedo.

- ¿Por qué ahora puedes ver a Lethar?

- Siempre he podido verlo, Heather.

Mi respiración se hizo jadeante y angustiosa, una de mis manos fue hacia mi sien, era incapaz de creer lo que estaba pasando.

- ¿Quién eres? ¿Por qué Lethar te llama…

- ¿Sargon?- completó la pregunta por mi mientras articulaba un gesto cansino- ese es mi nombre…

En ese instante Lethar levitó hacia donde me encontraba, tomando una posición protectora conmigo y desafiante hacia Dimitri… o Sargon. ¡Por todos los dioses!

- No te saltes la parte primordial- susurró Lethar lentamente- ya es tiempo que dejes tus juegos estúpidos y le digas qu…

- ¿Juegos estúpidos? No hay ningún juego estúpido, ángel- parecía saber que ese denominativo molestaba a Lethar- me gusta Heather, es un hecho.

Ocurrieron muchas cosas a la vez, escuchar aquellas palabras tan directas aumentaron mi estado de shock del momento, mientras que mi guardián en apenas un segundo se encontraba tomando por el cuello del traje a Dimitri y estampándolo en contra del auto.

- No te atrevas…

Me acerqué rápidamente junto a ellos y puse ambas manos sobre uno de los brazos de mi guardián.

- Lethar… ¿qué esta pasando? ¿por qué lo…- pregunté nuevamente. Observé a quien hasta entonces conocía por Dimitri- ¿Quién…- tragué saliva en grueso- ¿Quién eres?

Lethar no soltó el agarre a Sangor y no le quitaba la mirada de encima, sin embargo el aludido sólo tenía ojos para mi en aquel instante.

- Soy un Caído, Heather…

Hielo bajando por mi espalda.

- ¿Un qué?- pregunté mientras me alejaba unos pasos.

- Un … Caído, un Maldito, un guardián caído, como quieras llamarle- miró a Lethar- alguna vez fui como él… antes de ser lo que soy…- volvió a enfocar a mi guardián- ¿Satisfecho? Ahora Heather saber la verdad, lo cual hasta el momento no cambia las cosas.

Se deshizo del agarre de Lethar y se acercó hasta mi, me quedé de piedra, lo que yo esperaba era un beso, no la revelación que el chico que me quitaba el sueño no era humano… Sus orbes oscuras y tormentosas en las mías por segundos ninguno de los dos dijo nada, hasta que yo no pude continuar aquel silencio.

- ¿Por qué no me dijiste antes todo esto? ¿Qué es lo que pretendes?- retrocedí unos pasos justo mientras Lethar tomaba mi mano, Sangor siguió con la vista aquel gesto.

- Porque sabía te alejarías…- respondió frustrado- Heather, no era mi intención ocultártelo por más tiempo, no lo iba a soportar…

- ¡Mientes!- terció mi guardián.

Lethar soltó una carcajada irónica mientras tiraba de mi mano para alejarme más de él, sin embargo yo quería respuestas, no más acertijos, no más cosas sin saber.

- ¿Y qué esperas que haga con esto? ¡Oh Dios mío! – comenzaba a sentirme realmente enferma, mi estómago se revolvía sonoramente, sujeté mi abdomen con mis manos unos segundos- Creí que… yo creí que… ¿Por qué yo?- pregunté finalmente.

Esa la gran pregunta, ¿por qué si era un ángel caído se empeñaba en ser un estudiante de instituto, en invitarme a citas, en que conociera su casa? De pronto todas aquellas advertencias y actitudes de Lethar tenían una razón de ser, cobraban sentido; tuve una oleada de afecto hacia mi guardián en aquel instante, aunque no duró demasiado, porque toda mi atención se fijó en Dim… Sangor.

- Me interesas Heather…- respondió.

- No me digas…- replicó mi guardián ácidamente, Lethar por segunda vez se acercó de manera amenazante hasta él para tomarlo por las solapas del traje sin embargo esta ocasión Sangor estaba preparado para el ataque y antes que Lethar lo alcanzase le tomó por el brazo inmovilizándolo, fue entonces cuando mi guardián se inmaterializó y apareció por la espalda de él golpeándolo de manera brusca, Dimitri cayó a piso en un golpe seco, se levantó de un salto cuando alzo la vista hacia mi.

- Nos veremos pronto, Heather- y entonces, desapareció...

Me quedé petrificada en la acera, mientras obligaba a mi mente a comprender lo que acababa de pasar, era demasiado, las interrogantes, conclusiones y frustración se agolpaban en una parte dolorosamente cerca de mi corazón; tomé mis sienes con ambas manos, fue entonces cuando sentí las tibias manos de Lethar sujetándome.

- Vamos adentro, Heather- instó, sin embargo no me moví.

- No… no….¡No!- estallé zafándome bruscamente- ¡Quiero saber que mierda es lo que ocurre!- exigí mientras comenzaba a sentirme realmente enferma, parecía que estaba apunto de vomitar.

Lethar palpó su frente unos instantes antes de mirarme.

- Podemos hablar todo esto en tu habitación.

- Ahora- repliqué.

- ¿Heather?

Me volteé rápidamente, Ronald se encontraba en el porche de mi casa observándome con clara mueca de preocupación, traté de aparentar normalidad aunque claramente había sido demasiado tarde, mi tío ya se encontraba caminando hacia mi.

- Heather, querida… ¿Qué te ocurre? ¿Por qué estas sola? ¿Dimitri dónde esta?

Era la pregunta del millón, aún no podía creer su repentina desaparición, aún no podía asimilar que Dimitri Moskovits era un… caído.

- Dimitri se ha ido, su coche se descompuso…yo… no me siento bien- al menos eso último era verdad, percibí el rostro de desaprobación de Ronald al instante.

- ¿Has bebido en la fiesta? ¿Te has peleado con ese chico?

- No… no…- gemí- Ronald, sólo quiero irme a mi habitación ¿si?

Al parecer fui lo suficientemente convincente, y es que inmediatamente ayudó a llevarme dentro de la casa, para cuando ya estaba en mi pieza él seguía con la actitud de preocupación, probablemente sus pensamientos lo guiaban a que había tenido una pelea con Dimitri y de ahí mi malestar.

Si supiera…

Y luego ahí estaba, el instante en que me encontraba sola en mi habitación, con Lethar que me observaba desde el otro extremo de manera difícil de descifrar, sabía que esperaba yo rompiera el silencio, pero no sabía por dónde empezar. Me senté en la cama, porque sentía que mis piernas no soportarían mi peso un instante más.

- Tú lo sabías desde un inicio…- comenté, tratando de no sonar acusadora, sobre todo porque Lethar tenía a su favor las innumerables advertencias que me había hecho, avisos que no supe ni quise escuchar.

- No, no todo…- respondió inmediatamente- no lo sabía…

- ¿Entonces por qué me…

- Intuía… tuve una certeza hace unas semanas, pero sólo tuve la confirmación total esta noche… - replicó adivinando mis pensamientos.

Cerré los ojos mientras sobaba mi frente con una mano en gesto de frustración.

- ¿Intuías? ¿Qué no se supone que deberías reconocer a los… a los que son como tú… o parecidos?

Lethar negó con la cabeza.

- No tenemos un radar de criaturas, si es lo que piensas, Heather.- respondió él con completa seriedad.- Hay muchas cosas dando vueltas allá afuera…- seguí la dirección de su mano hacia la calle y por segundos me estremecí, ¿en cuanta ignorancia vivíamos nosotros los seres humanos ajenos a la existencia de criaturas sobrenaturales? – Además, lo que sabía no podía confiártelo abiertamente, son las reglas.

Reglas.

Comenzaba a odiar fieramente esa palabra.

- ¿Cómo te has enterado? ¿Es por eso que decías no poder estar conmigo hoy? ¿Qué fue eso de arriesgar mi vida que dijo Dim… Sargon?- aun me parecía completamente fuera de lugar pensar que ni siquiera sabía su nombre real hasta esa noche ¿Qué sabía de él? Nada, absolutamente nada, lo que me llenaba de una sensación de inefable angustia, temor y… curiosidad. ¿Por qué? ¿Por qué él?

Lethar voló hasta situarse frente a mi en cuclillas. Suspiró.

- Tuve que hacer… algunos viajes…-comentó vagamente, mi mirada de no compresión lo instó a continuar- abandoné tu plano, Heather… el plano terrenal para confirmar el origen de Dimitri.

- ¿Dónde fuiste?- pregunté sin entender.

- Es algo que no puedo explicarte…

- ¡Basta ya de esconderme cosas Lethar! – estallé- ¡Mírame!- dije levantándome de la cama y apuntándome- Mi compañero de baile resulta ser un … una especie de ángel caído… el chico con el cual esperaba un beso resulta ser capaz de verte y de desaparecer igual que tú. ¿Qué demonios ocurre?

- No maldigas…

Rodé los ojos y apreté los puños, lo que faltaba, que Lethar me recordase una vez más que no debía decir “demonios”. Suspiré tratando de calmarme inútilmente, estaba enfadada, frustrada, triste y tenía unas inmensas ganas de llorar, me sentía débil, impotente y completamente a ciegas en algo que me abrumaba.

- Siempre te preguntas dónde voy cuando no estoy contigo…- asentí en silencio- bien, voy a mi plano- explicó- llámale dimensión, plano, como sea… es como el punto al que tú llegaste al morir, pero decidiste regresar… para los… para los sujetos como Sargon existen otros planos, otra dimensión a la cual sólo podía entrar esta noche.

Abrí la boca de la impresión.

- Halloween proviene de una celebración pagana, es la noche en que hay pase libre entre todos los planos, Heather… de ahí las historias de terror, se supone las brujas eran capaces de invocar demonios con efectividad sólo esta noche, por lo mismo. ¿Captas?

Asentí mientras volvía a acercarme a la cama, quería que Lethar continuase hablando sin interrupción.

- Te dejé sin protección… era un riesgo que tenía que correr, de todas formas Sangor no te iba a dañar- replicó.

- ¿Y por qué estás tan seguro? ¿Qué no se supone que es un… ángel caído? ¿No debería ser malo?

Lethar sonrió amargamente.

- No, Heather, no necesariamente tiene que ser malo…

Tragué saliva en grueso mientras seguía sin entender.

- Fuiste al plano de él, y…

- No…- me interrumpió sentándose junto a mi en la cama- resulta ser que Sargon no tiene permitido aquello…

- ¿Qué? Pero si acabas de…

- Heather… él alguna vez fue un guardián como yo,- explicó- y por una razón fue llevado a juicio, castigado y condenado a lo que es ahora… parece ser que Sargon esta condenado en el plano terrenal- reflexionó.

Ok, era demasiado para mi cabeza adolescente, ¿ángeles?, ¿caídos?, ¿distintas dimensiones? Me parecía que estaba en una mala película de fantasía. Trataba de controlar mi respiración pero inevitable hacerlo de manera jadeante y desesperada, mi cabeza parecía a punto de estallar y mis pensamientos se debatían en la incesante interrogante si todo lo que me estaba sucediendo era o no real.

Sentí a Lethar tomar mis manos y alcé la vista encontrándome con sus profundos ojos celestes.

- No podía preveer que él aparecería en tu vida, Heather, pero créeme que de poder evit…

- Dice que yo le intereso- le interrumpí.

Inmediatamente el ceño de mi guardián se contrajo en una actitud ofuscada y hasta intimidante, hizo una mueca mientras quitaba su vista de mi y la posaba en algún punto perdido de la pared.

- Hay distintos niveles de interés, Heather, no estoy seguro que tú y él lo entiendan de la misma forma.- concluyó luego de unos segundos de silencio.

Suspiré.

- ¿Qué quieres decir?- Lethar volvía a ser el señor acertijo.

- No puedo decírtelo.- respondió apuntando hacia arriba.- Se supone que has de ser imparcial en esto…

Nuevamente perdida. Decidí que por ese lado no obtendría las respuestas que quería por lo que ordené mi cabeza con el sinfín de otras interrogantes que se agolpaban en mi cerebro.

- ¿Qué es exactamente un caído? ¿Esta condenado a vagar por la Tierra? ¿Es eso? ¿Y por qué dices que no necesariamente tiene que ser malo?

Tenía tantas preguntas, tantos pensamientos que estaban enmarcados en un solo estado: el miedo.

- Sargon fue un guardián como yo… los guardianes estamos supeditados a reglas, eso lo sabes,- asentí en silencio esperando que continuara- reglas que si no cumplimos nos llevan a la condenación- explicó.

Tragué saliva en grueso, la manera sombría en que Lethar explicaba todo aquello hacía que el pelo de mi nuca se erizara, nuevamente volvía a sentir aquella sabiduría nata en un ser como él.

- ¿Qué tipo de condenación?- me atreví a preguntar luego de minutos en que parecía perdido en sus pensamientos.

- Eso depende de nuestra falta…- respondió algo evasivo mientras soltaba mis manos y se sentaba junto a mi en la cama.- Ser un guardián es algo que tenemos designado desde que fuimos concebidos, el tener a un protegido bajo nuestra tutela es algo en lo que no tenemos elección…

Arrugué el ceño sin entender completamente de qué iba esa explicación.

- La mayoría de nosotros cumplimos nuestro cometido sin ir más allá a preguntarse el por qué… sin embargo siempre ha habido excepciones.- concluyó.

Comenzaba a entender y seguir sus palabras.

- Hay guardianes que no se sienten con el debido… compromiso al respecto, ¿entiendes? Hay muchos de nosotros que consideran que no todos los humanos deberían tener guardianes…

Abrí la boca en señal de asombro.

- Pero entonces…

- Nadie lo expresa abiertamente, de hecho nadie lo expresa internamente tampoco, somos muy hábiles en cuanto a controlar nuestros propios pensamientos…- comentó con una sonrisa algo amarga- Sin embargo se sabe, es algo implícito para muchos el hecho que muchos humanos no deberían tener a alguien que vele por ellos…

- ¿Y tú piensas que…

- Yo no estoy de acuerdo con ello- respondió Lethar adelantándose a mis palabras- Independiente del humano creo que todos tienen el derecho de tener una ayuda… un protector… o si se quiere velar por la última razón: un pase luego de morir.

Me estremecí levemente al pensar en ello.

- ¿Y Di… y Sargon…- me corregí- Sargon piensa lo contrario a ti?

- Alguna vez pensó en ello… ahora… no lo sé, se supone que no.- replicó con cierta frustración.

- ¿Y por eso fue condenado?

Se hizo un silencio en la habitación que hizo que mi corazón comenzara a bombear sangre de manera histérica, mientras un sudor frío bañaba mis manos, no sabía si quería escuchar la respuesta de Lethar, o quizás si lo sabía, pero el terror me consumía por las palabras que saldrían de la boca de mi guardián.

- Sargon dejó morir a su protegido, Heather…

Abrí los ojos de par en par, sin poder dar crédito a lo que escuchaba. Los ojos de Lethar se encontraron con los míos, pude leer casi la misma frustración que sentía en mi interior al observar sus orbes claras y cristalinas.

- Sargon acabó con el tiempo de su protegido antes de lo que debía ser… ese humano murió cuando no debía hacerlo, por eso fue condenado.

Algo dentro de mi pecho se detuvo, algo en mi cerebro se desconectó al oír aquello y algo en mi interior pareció estremecerse con terror al tomar el peso de aquellas palabras.

Comencé a sentirme muy enferma, no podía ser que el chico del cual estaba enamorada era un… un ángel condenado por… por matar a su propio protegido. Cerré los ojos tratando de serenarme, mientras todo lo vivido en los últimos dos meses se me hacía como una amarga y mala broma del destino, casi sin darme cuenta había comenzado a llorar, de pronto todas las advertencias y actitudes de Lethar me parecían sensatas y justas, era yo la increíblemente estúpida que no había querido oírlas, había sido yo la que había decidido ignorar a mi guardián cuando más preocupado se había mostrado, era yo la que había ignorado las advertencias de él… ¿Cómo había podido ser tan idiota y no haber hecho caso? ¿Cuándo Lethar había hecho algo que no fuese en mi propio beneficio?

Las lágrimas silenciosas se convirtieron en un violento sollozo, escondí el rostro entre mis manos mientras me sentía verdaderamente impotente ante todo lo que estaba ocurriendo, pronto sentí la tibieza de Lethar rodear mis hombros y supe que me abrazaba, sentí que no merecía ese abrazo, sentí que no merecía tener un guardián como Lethar, no lo merecía, no después de lo increíblemente mal que me había portado con él.

- ¿Por qué m… me consuelas?- pregunté entre hipidos aún manteniendo la misma posición.- Me he portado pésimo contigo…

Lethar no dijo nada y supuse que su silencio sólo corroboraba mis palabras. Traté de zafarme de su agarre más su abrazo se intensificó en intensidad.

- ¡Déjame!- sollocé.

- No, Heather.

- ¿Qué no entiendes? – grité a todo pulmón alejándome- ¡Estoy enamorada de un caído!- grité.

El silencio en la habitación se transformó en un abismo entre ambos, lo supe en el instante mismo que los ojos de Lethar conectaron con los míos. Mi pecho subía y bajaba de manera irregular mientras se me hacía realmente dificultoso respirar.

- No puedes enamorarte de él, Heather…

Una risa amarga brotó de mis boca ante sus palabras.

- No es como si pudiera manejarlo, ¿sabes?- repliqué en tono ácido.

Lethar se paseó por la habitación sin mirarme, sabía su mente trabajaba a mil por hora, podía sentirlo, y francamente su paso era –en esos instantes- intimidante; nunca, hasta esa noche, me había sentido temerosa de mi guardián, pero era la segunda vez que percibía ese aire de peligro poderoso en él, como cuando habíamos estado con Dimitri hacía pocos instantes. Quería creer que todo se debía a su propia frustración respecto al asunto, y en parte lo entendía, él como buen guardián me advirtió cientos de veces, era mi culpa, no había querido escuchar.

- No puedes enamorarte de él…- volvió a repetir mientras detenía su caminar y volvía a observarme.- No ahora que has abierto la elección…

Me quedé estática, el latido de mi corazón se detuvo en el instante exacto en que esas palabras llegaron a mis oídos, por alguna extraña razón me parecía que no era la primera vez que oía eso.

- ¿Qué?

Lethar suspiró antes de acercarse más a mi, levantó sus manos hacia mi rostro, posándolas en mi sien.

- Siento esto, pero tuve que hacerlo…- pronunció mientras yo seguía sin comprender nada.

- ¿De qué hablas?

- Borrarte el recuerdo…

Apenas terminó de pronunciar aquello, mi cabeza de pronto fue invadida por un flash de imágenes de aquel día en que fui con Dimitri a beber café, la aparición de Lethar, mi llegada a casa, la discusión posterior y… el grito desgarrador de mi guardián.

Soltó sus manos de mi cabeza y trastabillé hacia atrás al momento en que él impedía mi caída, la luz cegadora de aquel recuerdo volvió a mi, junto con toda aquella avalancha de sueños donde crípticamente se repetía el mismo episodio, la luz cegadora y Lethar arrodillado en el piso.

- ¿Por qué… -había comenzado a llorar de pura desesperación.

- Heather…

- ¡¿Por qué has borrado eso de mi memoria?!- estallé.

- Tenía que hacerlo, eran órdenes…

- ¿Qué es lo que te pasó ese día?- pronuncié con voz temblorosa.- ¿Por qué he abierto… la… elección?

Lethar se acercó hasta mi tomando mis manos, de pronto toda la desesperación se vio aplacada por su tacto, supe él estaba calmándome a propósito.

- Por favor, cálmate…- susurró pegando su frente a la mía.

- ¿Qué es lo que te he hecho? ¿Eso fue mi culpa, no?- pronuncié entre sollozos.

Sentí a Lethar negar con la cabeza mientras me abrazaba tratando de estabilizarme, lo estaba logrando, sabía que él tenía el poder de controlar mis emociones, me lo había dicho una vez, sin embargo en esa ocasión no quería ser calmada, no quería, sentía que no lo merecía.

- No fue tu culpa, Heather… por favor, deja de llorar…- su voz sonó angustiosa, una súplica.

- ¿Por qué… me has borrado ese recuerdo?

- Órdenes.- se limitó a responder.- Se supone que no puedo interferir en tus deseos, pero ahora las cosas han cambiado en cierta forma…

Separé el abrazo para mirarlo directamente, me encontraba perdida con cada una de sus frases.

- ¿Qué d…

Me silencié al ver la completa seriedad en su rostro, sus brazos dejaron de acogerme en el abrazo más sus ojos continuaban prendados en los míos.

- Que seas tú quien de la posibilidad de redención a Sargon… qué lo elijas a él como tu guardián y le otorguen el perdón por lo que fue condenado…

miércoles, 24 de marzo de 2010

ACLARACIÓN.

Ok... cuando comencé a escribir mi historia y cuando decidí subirla a este blog nunca me imaginé que iba a tener que escribir una entrada de este tipo, pero dadas las circunstancias...

Hoy en la mañana aparecieron varios comentarios de ANONIMOS en distintos capítulos... comentarios ofensivos hacia mi y hacia la historia, llamándome poco original, sin cerebro ni inventiva, que los capítulos son excesivamente largos, que me tardo mucho en actualizar que "cuando decida tomarme otro año desaparecida" tenga la decencia de avisar... bla bla bla bla bla

Estuve apunto de borrar los comentarios y dejar la nefasta historia de los anónimos en lo que es: una soberana mierda de unos pocos aburridos, pero soy de las personas que jamás se queda con algo guardado y menos cuando aparecen idiotas a criticarme anónimamente:

En primer lugar yo escribo PARA MI, me interesa también escribir para mis amigos y personas que se que esperan cada capítulo de Redención pero primordialmente escribo por mi, porque AMO escribir y lo disfruto... Si te gusta mi escritura, bien... si no, pues puedes irte a la mierda porque para comentarios de esa calaña no estoy. ACEPTO LAS CRITICAS siempre y cuando tengan fundamentos y sepa quien las hace. En cuanto a lo largo de los capítulos me parece una soberana estupidez, si lo que esperas es leer una historia corta pues vete a leer las historietas del periódico y no te pases por acá... y sobre el hecho que tarde o no en actualizar, pues bien, las cosas en claro... no soy esclava de la pluma, no me pagan por escribir y tengo una vida personal, profesional, universitaria y familiar aparte... no tengo idea si escribiré un capitulo por día o tarde un mes... porque yo no escribo por cumplir tiempos, escribo por placer.


Lamentable la situación que me encontré en el blog esta mañana... personas que se dedican a postear mierdas cuando podrían estar usando su intelecto en mejores cosas... si la situación se repite me veré en la obligación de privatizar el blog, o en su efecto de no publicar más y pasar la historia por mail a esos lectores más cercanos, que tampoco son muchos, por lo que veo por los 4 o 5 comentarios que recibo en cada capítulo.


Gracias por leer.

Atentamente.

Magdalena Kaiser.

lunes, 22 de marzo de 2010

Capítulo nueve: Sorpresas.

- No seas bruta, Eva, romperás la radio si sigues apretando los botones de esa manera ¡Heather! ¡Dile a la Cromagnon que pare o no la llevaré más en mi coche!

- Freddy – Eva volvió a apretar el botón para cambiar el dial de la radio- ¡Estoy haciéndole un favor a mis privilegiados oídos! ¿En serio esperas que soporte escuchar a Ashley Tisdale a estas horas de la mañana? ¡Por Dios! ¡Acabo de desayunar!

Sonreí al verlos a ambos en aquella disputa tan típica por las mañanas, cada vez que íbamos a la escuela era común que Freddy y Eva discutiesen por la música de la radio, generalmente a mi amigo le importaba un pepino la música que tocasen, lo que le perturbaba era la manera en que Eva se desquitaba con el aparato cada vez que tocaban un tema que –como solía decir ella- arriesgaba con reventar sus oídos.

- Que adecuado que nombre a Dios en sus argumentos, Sor Eva – replicó Freddy con ironía, mientras doblaba por una esquina, nos aproximábamos a llegar al instituto.

- Ya cállate- sentenció ella mientras los acordes de “Breakout” de Foo Fighters saturaban los parlantes del pequeño Volkswagen en el que nos desplazábamos- ahora cierra tu boca que necesito preguntarle algo a Heather- añadió Eva mientras se volteaba mirándome, hice una mueca, ahí estaba, el interrogatorio que me esperaba prácticamente cada día de la semana- ¿Ya te pidió ser su novia? ¿Cuándo se atreverá a darte un beso el muy bodoque? Déjame decirte que estoy dudando seriamente de su pose de macho semental por cómo se comporta contigo…

Las risas de Freddy no se hicieron esperar, sólo atiné a rodar los ojos y negar en actitud cansina. Parecía irreal la manera en que se habían sucedido los días, inesperadamente ya nos encontrábamos a fines de Octubre y el baile de Halloween sería el próximo fin de semana, dos meses de escuela y las cosas con Dimitri iban a una extraña e inesperada marcha, lo cierto es que éramos… amigos, sí, pero ya iban cuatro citas entre nosotros, cosas simples, idas al muelle, almuerzos en restaurantes, fiestas estudiantiles donde por primera vez asistía acompañada de un chico que no era Freddy, pero lo cierto es que –como bien lo señalaba mi queridísima amiga- de besos o intentos de ello no había nada. Sí había una constatación: no podía estar más coladísima por él, y al parecer él estaba interesado en mi, es decir, no por nada me había invitado a cuatro citas ¿No? Incluso Nicole Cabot había aceptado silenciosamente su “derrota” al no invitarlo más a almorzar a la mesa con ella y sus amigos, Dimitri almorzaba con mis amigos y yo, lo cual era… extraño.

¿Y Lethar? Mi estómago se revolvió inquieto, lo cierto es que a la par que mi no-relación con Dimitri avanzaba prolíficamente el distanciamiento entre mi guardián y yo era mayor, lo peor de todo es que parecía que no podía hacer nada por evitarlo, Lethar andaba callado, distante, misterioso y … ¿triste? No podía precisarlo bien, pero eso parecía, incluso me armé de valor una vez y le pregunté si todo esto se trataba por Dimitri, pero lo negó fervientemente, justificando que simplemente tenía más asuntos que atender que de costumbre, sus desapariciones eran cada vez más frecuentes, a veces deseaba poder saber dónde iba en los instantes en que no estaba conmigo.

- Heather no te responderá- concluyó Freddy mientras estacionaba el coche en el aparcamiento del instituto- y eso es porque eres una pésima entrevistadora, Eva.

- Estás en lo cierto- repliqué con una mueca burlona, era lo que me quedaba, mejor opción que responder a la insidiosa pregunta cuya respuesta hubiese sido un rotundo “no”, lo cual era bastante decepcionante, incluso para alguien como yo, que aún con 16 años no había tenido nunca un novio.

Pasamos por la entrada y Eva como siempre hizo su reverencia a la Rana antes de entrar a los pasillos, algún día el inspector Reynolds se aburriría de las burlas de mi loca amiga y seguro terminaba en Detención, pero hasta ese momento parecía ir ilesa.

- Los veo luego, chicos- dije mientras me alejaba por el pasillo a mi primera clase de la mañana, Literatura, asignatura que compartía con Dimitri; inmediatamente mi corazón comenzó a latir de manera más apresurada apenas puse un pie en el aula. Miré el asiento que habitualmente ocupaba, se encontraba vacío tanto como el de al lado, Dimitri aún no llegaba.

Caminé con lentitud hasta mi puesto y saqué el cuaderno y el libro que estábamos comenzando a analizar desde la clase anterior: “Vida nueva” de Dante Alighieri, el cual por cierto mi compañero de banco ya había leído, lo cual ya no me extrañaba; en el tiempo que llevaba conociéndolo una de las cosas que más me impresionaba era la increíble cantidad de libros que conocía y se había leído ¡Era inmensa! De seguro le faltaban años de vida para completar la inmensa colección que parecía haberse devorado ya.

Los minutos pasaron y la maestra Travis entró a la sala, miré hacia la puerta esperando ver aparecer a la ya conocida cabeza con pelo oscuro y mirada penetrante pero aquello no ocurrió, para cuando ya iba casi media hora de clases me rendí ante el hecho que Dimitri no aparecería, incluso mis propios latidos se ralentizaron automáticamente, parecían darse cuenta que aquella mañana no tendrían trabajo extra.

Sin embargo en parte estaba equivocada, me encontraba afanada anotando palabras desconocidas del libro y buscándolas en el diccionario cuando Lethar hizo su aparición en el asiento contiguo al mío, no pude evitar pegar un pequeño salto, Nicole Cabot me miró con la típica mueca de “desaparece de mi vista, freak” antes de volver a lo suyo, miré disimuladamente a mi costado donde Lethar se sentaba poniendo los pies sobre la mesa con completo descaro, claramente era la única que podía observarlo, lo cual era molesto, tomando en cuenta que jamás un alumno podría tomar esa actitud en una sala de clases.

- ¿Aburrida?- preguntó mientras me observaba con su típica mirada burlona.

- Estoy trabajando, Lethar…- respondí en un susurro bajito.

- Oh, sí, yo también pero he venido a echarte un vistazo…- comentó como si nada.

Dejé el lápiz sobre la mesa y lo miré antes de observar al frente para disimular, lo cierto es que esos “vistazos” eran cada vez menos comunes entre nosotros.

- ¿Ah si? ¿Te has acordado que tienes una protegida?

Traté de sonar lo menos ofendida posible pero fallé en el intento, claramente había sonado a reproche, ¿bueno y qué? Tenía derecho a sentirme así, parecía que cada vez se preocupaba menos por mi.

- No seas ridícula, Heather, tengo mis ojos puestos en ti aunque tú no me veas…

- Ese es el problema- espeté comenzando a sentir que toda mi frustración comenzaba a salir a flote- ya nunca te veo…

Por segundos ninguno habló, yo volví a tomar mi lápiz decidida a ignorarlo hasta que se dignase a darme una respuesta decente.

- ¿Me extrañas? – preguntó de pronto.

Por alguna extraña razón mi pulso se aceleró apenas esas palabras llegaron a mis oídos, apreté los labios mientras volvía a dejar el lápiz sobre mi cuaderno, me volteé disimuladamente hacia él sin quitar mi vista de la suya.

- Eso lo sabes…- respondí.

- No, no lo se… ¿Me extrañas, Heather?

Observé sus ojos, pozos celestes, claros y profundos, parecía que hacía siglos que no los veía, mi vista vagó por todo su rostro hasta su vestuario de aquel día, unos jeans algo raídos con un fino sweater color verde oscuro.

- ¿Por qué me alejas de ti? – pregunté de vuelta.

- ¡Heather Evans!

La voz de la profesora Travis me hizo dar el segundo salto en mi puesto en menos de diez minutos, todos los ojos fijos en mi.

- ¿Ha terminado?

- No, maestra Travis.

- Entonces trabaje y no pierda el tiempo.

Observé de reojo a Lethar que miraba hacia el frente con cara de pocos amigos, supuse que no era el único que había odiado aquella interrupción. De pronto le vi acercarse para ver qué estaba haciendo.

- Buscas significados… en eso te puedo ayudar- comentó mientras apuntaba con su dedo la lista de palabras desconocidas que tenía por revisar.- “sayal” – leyó apuntando la cuarta palabra de mi lista- es una prenda de vestir hecha a partir de lana burdamente manufacturada.

Lo observé algo asombrada.

- ¿Qué?- preguntó mientras la mueca de suficiencia llegaba a su rostro con rapidez- soy un inmortal… se prácticamente todo- comentó sin un ápice de humildad.

No pude evitar sonreír, ese momento exacto parecía hacer que las últimas semanas de alejamiento no habían existido, que volvíamos a ser como antes, añoraba el sentirlo así de cercano conmigo, y era extraño, porque si bien él me conocía desde mi nacimiento yo apenas llevaba unos meses conociéndolo, y cumpliría exactamente un año esa misma semana, y es que el viernes se cumplía un año del accidente donde fallecieron mis padres y hermanos…

Fui la primera en terminar el trabajo, Lehtar me dictó los significados de todas las palabras sin titubear ni una sola vez, de vez en cuando fingía buscar en el diccionario sólo por guardar apariencias. Salí del aula de Literatura y Lethar caminaba a mi lado despreocupadamente, a mis ojos parecía un alumno más lo cual era genuinamente cómico.

Cruzábamos el pasillo de Ciencias cuando la voz por alto parlante de Henry Kunstmann anunció que estaban a la venta las últimas entradas para el baile de Halloween, sentí la mirada sobre mi inmediatamente, fingí no darme cuenta.

- ¿Irás con él? – preguntó.

- Aún no me ha invitado- susurré, de todas formas el pasillo estaba tan abarrotado de estudiantes que era difícil que se percatasen que hablaba sola, ayudaba a disimular los audífonos que portaba en mis orejas, siempre hacía lo mismo cuando Lethar aparecía en el instituto, al menos así podía fingir que cantaba y no que hablaba con mi guardián invisible.

- Pero lo hará- terció él.

- Supongo…

- No vayas…

Apreté los labios, realmente no me apetecía discutir en ese instante con él, no cuando había una inmensa parte de mi que deseaba que no volviese a desaparecer, como comúnmente ocurría cada vez que discutíamos en el último tiempo.

- No será una buena noche para ti…

Lo miré recelosa, nuevamente Lethar con sus juegos crípticos jugando a ser el señor acertijo, actitud que lograba irritarme siempre.

- ¿Y eso por qué?

- No podré estar contigo… al cien por ciento esa noche, Heather…

Arrugué el ceño sin entender.

- Eres mi guardián, debes estar conmigo…- insistí comenzando a enfadarme.

- No en Halloween…

Sin ningún tipo de disimulo lo tomé de una manga y me adentré en la primera sala vacía que encontré, cerré la puerta y lo miré con enfado.

- ¿Cuándo terminarás con esto? – pregunté sin preocuparme en bajar la voz- ¿Qué es lo que no me estás diciendo, Lethar? ¿Qué acaso el 31 de Octubre es el feriado del guardián y también hacen fiesta? – añadí ácidamente.

Sin embargo él pareció no inmutarse por mi enfado, lo cual me mosqueó aún más.

- No se trata de eso…

- ¿Entonces de qué? ¿Qué es más importante que cuidar de mi?- arremetí comenzando a sentir que mis ojos ardían. Oh, no, no otra vez, no podía volver a llorar frente a él de nuevo… ¿Por qué?

Lethar suspiró frustrado.

- ¿No podrías simplemente no ir a ese baile?

La respuesta fue inmediata.

- No.

De pronto Lethar se encontraba a escasos centímetros de mi, sosteniendo mis hombros, obligándome a mirarlo.

- Créeme, Heather… eso no es más fácil para mi que para ti…

- ¿Qu… qué es lo que esta pasando, Lethar? – pregunté mientras sentía un líquido tibio escurrir por mis mejillas- ¿Qué está pasándonos? – pregunté mientras me acercaba a abrazarlo, sus brazos me acogieron en un abrazo cálido y reconfortante, sentí sus manos acariciar mi espalda de manera pausada, mientras su cabeza se apoyaba en la mía.

- Nada, Heather… no esta pasando nada…

- No me mientas- gemí mientras hundía mi cabeza en su pecho- no a mi…

Pero ninguna palabra salió de la boca de mi guardián, los minutos pasaron y perdí todo el segundo bloque de clases mientras trataba de detener el llanto, de seguro me iba a ir de castigo por ello pero no me importó, de todas formas Lethar no se apartó de mi lado en todo momento, y no volví a hablar, no quise preguntar nada más porque sabía que no escucharía lo que quería oír: La verdad.

Dimitri llamó esa misma noche, diciéndome que había tenido que viajar urgentemente con Alarik a Nueva York y que no volvería hasta la próxima semana, la decepción se hizo presente por segunda vez en el día, sin embargo no volví a llorar, había tenido suficiente por un día. Y los días se sucedieron hasta que el primer aniversario de la muerte de mi familia llegó: 24 de Octubre.

Ese día falté a la escuela, Ronald y yo fuimos a una misa que él mismo había encargado en una capilla de Portland, luego pasamos por el cementerio a dejar flores, estuve casi dos horas frente a las tumbas, leyendo una y otra vez las inscripciones de cada uno… ¿Por qué la vida tenía que ser tan podidamente injusta? ¿Por qué tenían que morir? Lethar no se apartó de mi lado en ningún momento, incluso su mano no abandonó la mía en toda aquella amarga mañana.

Luego de volver a casa y comer algo prácticamente a la fuerza me levanté de la mesa de la cocina para marcharme a mi habitación, no apetecía nada más que lanzarme sobre mi cama y morir.

- Heather…- la voz de Ronald me detuvo justo en el umbral de la puerta, me volteé lentamente, parecía igual de triste- Yo… - titubeó hasta que en tres cortos pasos se acercó hasta mi abrazándome, no fue necesaria ninguna palabra de por medio, en aquel abrazo habían fundidos demasiados sentimientos de dolor, de pérdida y frustración, por los movimientos de su pecho supe que Ronald lloraba igual que yo en esos momentos.

Luego de varios minutos en silencio nos separamos, él apartó las lágrimas de mi rostro mientras me observaba en un gesto que nunca le había visto antes, un gesto que me recordó mucho a mamá.

- Eres una muchacha fuerte, Heather… siempre lo has sido… y tus padres lo sabían… lo… saben…

Asentí en silencio secándome las lágrimas con las mangas de mi chaquetón.

- Gracias por cuidar de mi, Ronald…- fue todo lo que pude articular antes de subir a mi habitación donde inmediatamente me lancé sobre la cama, tenía deseos de dormir y no despertar jamás, Lethar se acostó junto a mi observándome, sentí la tibieza de su mano sobre la mía, observé su rostro a escasos centímetros - Hoy se cumple un año desde que te conocí…- comenté con la voz ronca producto del constante llanto.

Lethar sonrió sombríamente mientras su mano trazaba dibujos invisibles sobre mi palma.

- Lo se…

- ¿Nunca pensaste que esto pasaría, no? – pregunté- el… ya sabes… que yo moriría pero volvería atrás…

Negó con la cabeza.

- Los casos como el tuyo con extremadamente raros…

Sabía que habían otros como yo por ahí en el mundo, pero él se negaba a darme muchos datos sobre esos humanos que al igual que yo eran capaces de ver a sus guardianes.

Abracé la almohada y sentí los dedos de Lethar acariciando mi cabello, cerré los ojos al instante.

- Eres el único motivo por el que sigo aquí…- susurré mientras sentía que mi cuerpo se relajaba.

- ¿A qué te refieres?- preguntó él imitando mi volumen de voz.

- Si tú no hubieses estado para mi luego de todo lo que pasó… hubiese terminado suicidándome…

En ese instante sentí cómo su mano se quedaba quieta sobre mi cabeza.

- ¿Qué has dicho?- preguntó mientras entrelazaba sus dedos con los míos obligándome a abrir los ojos y mirarlo de frente.

- Lo has escuchado…

- Nunca… pero nunca- enfatizó- vuelvas si quiera a pensar en aquella posibilidad, Heather… jamás.

Lo miré algo sorprendida por su reacción, no es como si esperase que me celebrase aquello pero tampoco estaba lista para ver su actitud extremadamente seria.

- Por eso estoy yo a tu lado, Heather… para protegerte… incluso de ti misma.

- Lo se… de todas formas no es que tenga considerado el suicidio dentro de mi lista de cosas por hacer…- comenté tratando de restarle importancia al tema. Medité unos segundos- ¿Tú… tú podrías evitar que yo me suicidase?- pregunté por mera curiosidad.

Lethar arrugó el ceño como si ni siquiera le gustase pensar en aquella respuesta.

- No completamente…

- Oh…

- Luces exhausta- comentó desviando el tema- debes descansar…

- No quiero- repliqué terca- tendré pesadillas de nuevo…

- Yo me aseguraré de que no, te lo prometo.

Lo cierto es que mi mente rogaba por desconectar un rato, por lo que volví a cerrar los ojos casi al instante, Lethar volvía a sostener mi mano. “Estaré contigo la noche del 31…” fue lo último que creí escuchar antes de sumirme en un descanso sin sueños…

OoOoOoOoOoOoOoO

Si bien el baile de Halloween en mi instituto era una tradición, no necesariamente la temática del baile trataba de una noche del terror, habían años en que se debía asistir con disfraz y otros, como ese año, en que el comité había decidido hacerlo una noche de gala, haciendo que toda la escuela se revolucionara hablando sobre parejas, trajes y vestidos; no podía negar que estaba emocionada, por primera vez un chico me había invitado a ser su pareja en baile, y no era cualquier chico, era Dimitri Moskovits.

La noticia había corrido como pan caliente por todo el instituto, y lo cierto es que mis propios amigos estaban en el grupo que se dedicaban a propagar la noticia, Eva era toda sonrisas cada vez que salía el tema del baile, estaba quizás hasta más afanada que yo que Dimitri por fin se decidiese a darme un beso, “Será tu noche, Heather”, canturreaba burlona.

Aquellos días previos al baile Lethar parecía volver a estar más presente en mi diario vivir lo cual me daba una sensación de calma y conforte inefables, aún así eran raras las veces en que se aparecía estando con Dimitri y si lo hacía no dejaba de observar fijamente a mi acompañante del baile lo cual en cierta forma me hacía poner nerviosa, sin embargo no hubo más discusiones entre nosotros durante todos esos días, y era… un alivio.

Y ya me encontraba mirándome por milésima vez ante el espejo antes de bajar al hall a esperar que mi cita- en serio me emocionaba cada vez que lo pensaba- fuese por mi, Ronald apareció apenas sintió mis tacones chocar en el piso de madera del pasillo del primer piso.

- Luces encantadora, Heather…- comentó mientras se ajustaba sus anteojos sin marco para observarme mejor, aquellos días Ronald pasaba casi todo el día encerrado en su despacho escribiendo su próximo libro, había incluso llegado a dudar si es que subía a su habitación a dormir o lo hacía en el sillón junto a su escritorio, anoté mentalmente tratar de averiguar aquello.

- Gracias…- respondí mientras no podía evitar que mis manos tomasen mi vestido de manera algo histérica.

- Y este chico Dimitri…

Oh, ya sabía yo lo que venía, sólo que nunca esperé que “LA” charla viniese de alguien como Ronald.

- Somos amigos…- me adelanté a responder.

- Oh… bien…

Por suerte el momento incómodo no llegó a más dado que en aquel instante sonó el timbre de casa, di un pequeño saltito nervioso mientras Ronald se disponía a ir a la puerta a abrir.

- Tú espera aquí- señaló.

Escuché la puerta abrirse y unas palabras ininteligibles llegaron a mis oídos, luego unos pasos acercándose y finalmente la visión más perfecta que podía imaginar estaba frente a mi, Dimitri luciendo un impecable traje azul oscuro, su cabello negro dispuesto de manera natural y sexy, sus ojos ¡Sus ojos! que parecían ir a juego con el color de su traje irradiaban un brillo que nunca antes había visto. En una palabra, estaba deslumbrante.

Luego de asegurarle a Ronald que regresaría a la una en punto salimos al fin de casa, Dimitri me abrió la puerta de su Camaro como siempre lo hacía antes de subirse él al auto.

- Luces espléndida- comentó mientras echaba a arrancar el motor.

- Gracias, tú… tú también.

Me sonrojé, de todas formas “espléndida” no es una palabra que esperas escuchar de un chico de onceavo grado de instituto, a veces Dimitri sorprendía con su vocabulario extremadamente inusual, Freddy decía que era porque leía mucho, “El tipo tiene un cerebro de máquina… ¿No le has preguntado si tiene memoria fotográfica, Heather? Seguro que sí”.

El nerviosismo aumentó apenas puse un pie en el estacionamiento del instituto, se podía escuchar de lejos la música proveniente del gimnasio, eran varias las parejas y grupos que caminaban ya hacia el sector de la fiesta, un desfile de chicas en vestidos que seguramente menos de 300 dólares no costaron.

Observé a mi alrededor tratando de encontrar a Eva quien asistiría con un grupo grande de amigos de otros grados del instituto y Freddy con su acompañante, había tenido el valor de invitar a Rose Campbell y para su buena suerte la chica había aceptado, esperaba que resultase ser una buena chica para mi amigo y no una arpía con labial como solían tocarle generalmente a Fredds.

De pronto unos dedos helados se entrelazaron a los míos mientras nos acercábamos a la entrada, miré a Dimitri quien sólo articuló una de esas sonrisas enigmáticas típicas; luego de pasar nuestros tickets entramos al gimnasio, debía reconocer que el comité escolar se había lucido ese año, estaba fantástico, calabazas decorativas, unas buenísimas imitaciones de telas de araña en las paredes e iluminación con candelabros preciosos.

En ese instante vi a Eva acercarse a toda velocidad hasta mi.

- ¡Heather! ¡Wow! Estas guapísima ¿A quién quieres impresionar? – comentó mirando a Dimitri y saludándolo con un mero gesto de movimiento de cabeza, sentí que mis mejillas volvían a tornarse rojas mientras escuchaba una tenue risa de mi acompañante.

- Eva… ¿Has visto a Freddy o aún no llega? – pregunté desviando el tema.

- Le acabo de llamar al celular, iba en camino a buscar a su cita, en serio Heather, el tipejo estaba más descompuesto que tú en una tienda de perforaciones, parecía que estaba apunto de vomitar sobre el teléfono.

Me reí ante aquello, Eva tenía una particular forma de ser.

- Bien, me voy por ponche, los veo luego, tortolillos- se despidió con un movimiento de mano.

- Eva me agrada…- comentó Dimitri acercándose un poco más para hacerse oír entre el estruendo de la música.

- Es espontánea, carismática y no tiene pelos en la lengua- comenté.

- Sí, me he dado cuenta- añadió mientras volvía a tomar mi mano- ¿Quieres algo de beber?- preguntó. Asentí en silencio mientras veía a Dimitri alejándose hasta una de las mesas donde habían cosas para beber y comer, fue en ese instante en que apareció Lethar.

Fue la segunda vez en la noche en que por poco perdía el aliento ante lo que veían mis ojos, Lethar vestía de gala, como si fuese un asistente más a la fiesta de Halloween en mi instituto, y lucía sideralmente perfecto, su cabello dorado más ordenado que de costumbre su traje que lucía como hecho a la medida, hasta sus zapatos parecían ser de esos costosos que no bajaban de cifras que tuviesen al menos tres ceros.

- ¿Qué tal me veo? – comentó arqueando las cejas y acercándose hasta mi, tuve que obligarme a disimular mi cara de embobamiento que seguro tenía.

- Bien… luces… perfecto- susurré mientras miraba a mi alrededor, esperando no me vieran hablando sola.

- Lo se… y tú luces preciosa, Heather… ¿Quién diría que con un vestido de gala hasta pareces realmente inofensiva y dulce?- bromeó.

Rodé los ojos y traté de parecer ofendida aunque no funcionó, la sonrisa se escapó de mis labios.

- ¿Todo bien? – preguntó.

Pero no alcancé a responder, en ese instante Dimitri apareció sosteniendo dos vasos con ponche, alzándome uno a mi. Lethar se cruzó de brazos y sólo nos observó, una parte de mi lamentó por algunos segundos el que hubiese insistido tanto con el hecho que mi guardián estuviese esa noche, tendría un chaperón constante durante toda la velada lo cual hacía todo doblemente incómodo. ¿Cómo sería capaz de besar a Dimitri con Lethar viéndonos? ¡Dios!

El Dj parecía realmente bueno en su trabajo, eran muy pocos los que no se encontraban ya bailando en la pista de baile, miré la muchedumbre mientras tomaba un sorbo de mi ponche-sin alcohol- mientras el sentimiento de incomodidad no se iba, por otro lado estaba el punto del baile ¿Dimitri bailaba… bailes modernos? A pesar de todo yo seguía pensando que parecía más uno de esos aristocráticos europeos, pintaba más a que lo suyo eran los valses de salón y no el último hit de Kanye West; es por eso que realmente me sorprendí cuando sentí la mano de él posarse en mi espalda mientras con una voz grave y profunda me invitaba a bailar.

Nos encaminamos hacia la pista perdiéndonos entre el mar de parejas y grupos que bailaban animadamente, observé y Lethar parecía haber desaparecido, traté de echar un vistazo pero nada, de todas formas todo aquel pensamiento en torno a mi guardián quedó borrado apenas sentí levemente la mano de Dimitri posándose en mi cintura mientras ambos nos movíamos a ritmo de la música.

¿Minutos? ¿Horas? Quien sabe, pero no salimos de la pista hasta que yo me encontraba demasiado cansada para seguir, Dimitri parecía manejarse a la perfección tanto en el baile como con eso del roce social, al menos unas 6 veces dejamos de bailar porque chicos de otros cursos se acercaban a saludarlo, por supuesto terminaban saludándonos a ambos luego que mi acompañante hiciese las presentaciones, era bastante irónico ser presentada por Dimitri a Johnny Harper siendo que era yo la que lo ubicaba de hacía muchos años antes.

Nos alejamos a un costado del gimnasio donde habían dispuesto un conjunto de mesas donde varios como nosotros se habían sentado a descansar, suspiré mientras me abanicaba levemente con la mano, lo cierto es que había bailado demasiado. Abrí mi pequeña cartera y saqué el celular, marcaban ya las doce con veinte minutos, mi toque de queda era a la una, Dimitri pareció leer mis pensamientos.

- ¿Te parece si nos vamos, ya?

Estuve de acuerdo y luego de despedirme de Eva salimos del gimnasio, no había podido avisarle a Freddy que me iba, sus ojos, manos, y boca estaban demasiado ocupados con su pareja de baile, seguramente tendría una buena historia que contar, casi podía imaginar a Eva mirando con orgullo a nuestro amigo y diciendo algo como “Este es mi hombre”.

El viaje a casa fue rápido, sin embargo yo era un manojo de nervios, sobre todo porque como bien me lo había recordado mi mejor amiga era la instancia para el beso. Ahora o nunca, tenía que ser ¿No? Es decir, no por nada me había invitado a mi, tenía que valer de algo las cuatro citas anteriores que habíamos tenido ¿Cierto? Luego de perderlo en la pista de baile no había vuelto a saber de Lethar, e interiormente rogaba porque si tenía que aparecer fuese luego de… bueno… luego.

El Camaro se detuvo en la entrada de mi casa sin embargo no pude decir nada para quedarme haciendo tiempo en el coche, y es que Dimitri inmediatamente se bajó de él dirigiéndose a abrir mi puerta, me bajé de manera algo torpe, sin dudas no era el fin de la noche que me esperaba, quizás después de todo él sólo me veía como una amiga, una gran y buena amiga…

Que decepción.

Algo en el medio de mi pecho se retorció de manera dolorosa y angustiante. ¿Qué había de malo en mi? ¿Qué podía ser que…

Todo hilo de pensamiento se cortó cuando sentí unas frías manos tomando ambos costados de mi cuello, mi respiración se detuvo mientras un zumbido fuerte retumbaba en mis oídos, mi corazón parecía haber sido sacado de mi pecho mientras alzaba los ojos encontrándome con aquellas perlas oscuras a escasa distancia de mi.

Él iba a besarme.

Ahora sí.

Sentí que la distancia lentamente disminuía, pero el acercamiento quedó a medio camino, expulsé prácticamente todo el aire de mis pulmones mientras observaba confundida el gesto de Dimitri, fue en ese instante que sentí la presencia de Lethar, estaba directamente parado junto a nosotros, como primer espectador de lo que iba a ser mi primer beso con el chico más guapo del planeta.

- No te atrevas…- susurró Lethar.

Continué mirando a Dimitri e incluso hice el amague de acercarme yo sin embargo no pude, sostenía con cierta firmeza mi propio rostro impidiéndome hacerlo; importaba un pepino lo que opinase Lethar, de todas formas era yo la única que estaba escuchándolo, me había propuesto que no terminaría la noche hasta haberlo besado, sonaba casi a maniaca pero ¿no tenía derecho a tratar de ser una adolescente normal y terminar mi noche del baile con un beso del chico guapo?

- Sigues tan inoportuno como siempre, Lethar- dijo de pronto Dimitri.

- Y tú… tú tan rompe reglas… Sargon.

lunes, 15 de marzo de 2010

Capítulo ocho: Los Moskovits


Abrí los ojos y costó acostumbrarme a la oscuridad de la habitación, continué unos segundos en la misma posición sobre la cama, sintiendo un fuerte dolor de cabeza y una extraña sensación en la mitad del pecho. Miré el reloj en la mesita de noche, los números de color fluorescente indicaban que eran casi las 4 de la mañana.

Arrugué el ceño mientras me sentaba en la cama, no estaba segura pero sentía que se me estaba pasando algo importante por alto, es más, ni siquiera recordaba haberme acostado esa noche; recordé haber ido a la escuela, la salida con Dimitri a aquel Café en el boulevard y luego… Lethar.

Vinieron a mi las imágenes de la discusión con él, y luego… luego… ¿Había llegado Ronald, cierto? Me tomé la cabeza con ambas manos algo insegura, sabía que había discutido con Lethar por Dimitri pero la discusión no había pasado a mayores, es más recordaba que… me senté en la cama a considerar que realmente no tenía muy claro lo sucedido aquella tarde. Culpé mentalmente a mi poca claridad para retener lo sucedido hacía apenas unas pocas horas, quizás, después de todo si estaba sufriendo un severo stress, tal como lo había señalado el médico antes de irme a Millinocket.

Algo dentro de mi parecía inquieto, me levanté de la cama y caminé hacia la ventana que daba a la calle, vislumbré los focos alumbrando los autos estacionados en las entradas y dos perros callejeros paseándose por entre los jardines.

- ¿Insomnio?- dijo una voz a mis espaldas.

Me volteé rápidamente, extrañamente alegre de escuchar su voz.

- ¡Lethar!

Inesperadamente sentí la necesidad de tocarlo y sin pensarlo lo abracé, sentí como recibió mi abrazo de manera algo torpe, y es que sabía que no se nos daba muy común las demostraciones de afecto.

- Vaya… Tal parece que el insomnio hace vislumbrar tu dulce chica interior- bromeó él.

Apoyé mi mejilla en su pecho por completo indiferente de sus palabras, sólo quería abrazarlo y saber que estaba bien, algo dentro de mi estaba inquieto, y por alguna razón no quería dejarle ir de mi agarre.

- ¿Estás bien?- pregunté separándome un poco para verle el rostro.

Lethar pareció algo desconcertado por mi pregunta, arqueó una ceja y se alejó un poco de mi.

- ¿Debería estar mal?- preguntó mientras levitaba un poco alrededor mío, soltando el abrazo.

- No lo se…- respondí algo insegura- es sólo que…

- ¿Qué?- preguntó él inmediatamente.

Negué con la cabeza tratando de recordar lo sucedido luego de llegar a casa.

- No recuerdo… algunas cosas…

Lethar enarcó esta vez ambas cejas y me sonrió, aunque estuve segura que esa sonrisa no llegó a iluminar sus ojos como de costumbre.

- Estás cansada, eso es todo- comentó él mientras me tomaba de las manos y me dirigía hacia la cama- ¿Qué es lo que no recuerdas?- preguntó mientras me sentaba en la cama y se situaba frente a mi.

Sostuve su mirada unos segundos, sentía la expectación por mi respuesta, podía vislumbrar el brillo de sus ojos aún con la precaria iluminación de la habitación.

- Discutimos ¿Cierto?

.- Cierto- dijo él apoyando sus manos en mis rodillas mientras asentía con la cabeza.

- Pero…- mi mente removía frenéticamente en cómo había terminado aquella discusión- pero… ya no estás enfadado conmigo ¿O si? Yo… es decir…

Lethar rió y tapó mi boca con su mano.

- Heather… relájate… no estoy enfadado contigo, no ha pasado más que una simple discusión y si vas a continuar juntándote con Moskovits sólo te recomiendo que seas cuidadosa…

Me quedé de una pieza al escuchar su último comentario.

- ¿Qué?- pregunté incapaz de creer lo que escuchaba decir a mi guardián, el rodó los ojos y pareció algo incómodo, aún así volvió a sonreír.

- Lo has escuchado, Heather….

- Sí, pero… es decir…- arrugué el ceño- después de todo lo que me has advertido alejarme de él ahora vas y me dices que ya puedo hacerlo… ¿Debo entender eso?

Lethar dejó de apoyarse en mis rodillas y se alejó un poco.

- No, pero yo entendí algo- respondió mientras me miraba directamente- y es que no te vas a alejar de Moskovits por mucho que yo te lo pida, así que… no me queda otra opción que…

- ¿Me vas a decir que te rindes?- pregunté recelosa. No era de Lethar eso de bajarse en una discusión, es más, era común en él el llegar hasta las últimas para ganar en lo que fuese, siempre había sido así, desde que era capaz de verlo luego del accidente, es por eso que siempre discutíamos, Lethar siempre quería salirse con la suya, pero… ¿Ahora? ¿Qué significaba esto?

- No es que me rinda o no, Heather, no seas boba- replicó mientras rodaba los ojos y su pose era demasiado tensa como para acompañar lo despreocupada que sonaba su voz.

- ¿Entonces qué? ¿Repentinamente Dimitri ya no es peligroso para mi?- pregunté testaruda.

Lethar pareció perder la paciencia que trataba de mantener en esos instantes y se reincorporó mirándome ceñudo mientras cruzaba los brazos sobre el pecho.

- ¿Por qué siempre tienes que…- movió los brazos de manera exasperada y hasta infantilmente- ¿No puedes quedarte con el simple hecho que ahora tienes la posibilidad de ver a ese… sujeto sin que yo te objete algo?

Me levanté de la cama y me acerqué a él recelosa.

- ¡Pero entonces dime porque ahora puedo!- miré hacia la puerta cerrada de mi habitación y bajé la voz- … y antes no podía…

- Heather… Eres mucho más agradable dormida ¿Sabías?

Rodé los ojos y me crucé de brazos, no estaba dispuesta a bajar la guardia.

- Estoy esperando tu respuesta… hoy en la tarde… ¡Discutimos por él!

- Y luego yo te dije que sólo me preocupaba tu bienestar…

Abrí la boca y la volví a cerrar. A mi cabeza acudió una difusa imagen de Lethar y yo conversando. ¿Qué me estaba ocurriendo? ¿Por qué no era capaz de recordar con exactitud?

Lethar me miraba fijamente esperando mi contraparte, pero yo estaba más preocupada de recordar en que había terminado nuestra discusión de aquel día.

- ¿Qué ocurre?- preguntó finalmente él mientras se acercaba a desordenarme el cabello.

- No recuerdo que me hayas dicho eso…

- Eso es porque te quedaste dormida mientras hablábamos- terció.

Él se encogió de hombros y rió, llenando con su liviana risa el ambiente de mi habitación. Tomó mi cabeza dejando su rostro frente al mío.

- Eres mi protegida y me importa que tú estés bien ¿De acuerdo?

Asentí torpemente mientras sentía el tacto tibio de sus manos sujetando mis mejillas y parte de mi cuello. Lethar besó mi frente y sonrió con esa sonrisa de chico travieso tan característica de él.

- Ahora duerme… Ronald no querrá ver tu cara ojerosa para ir a la escuela.

Mi cabeza seguía siendo un torbellino de sensaciones inefables de descifrar, aún así decidí hacer caso a mi guardián, estaba cansada y tampoco me apetecía que mi tío me viese mala cara y sacase malas conclusiones, aunque fue curiosa la manera extrañamente rápida que caí en un sueño profundo, con sueños confusos que se repitieron insistentemente, donde una inmensa luz me cegaba…

Al día siguiente Ronald me fue a dejar a la escuela, desde mi desmayo a la mitad del pasillo parecía ser que se sentía con la responsabilidad de cumplir mejor aún su labor de cuidarme, se afanaba en tenerme el desayuno listo apenas bajaba a la cocina por las mañanas y luego ir a dejarme a la escuela; a Freddy y Eva no les hacía mucha gracia la nueva actitud de él, sobre todo a Eva quien decía que por su culpa habíamos roto una de nuestras tradiciones memorables al no irme con ellos al instituto, de todas formas no me sentía con ánimos suficientes como para hacer que Ronald volviese a su actitud de antes conmigo, era bajarlo de su nube de tío protector demasiado pronto y tampoco podía opinar que fuese tan malo, sobre todo porque con él no tenía que fingir estar bien cuando en realidad sentía que mi pecho se retorcía de una inefable angustia.

Era Viernes y los ánimos de adelanto del fin de semana se olían en el ambiente, por lo general todos los alumnos andábamos más dispersos y deseosos de aprovechar los últimos días más calurosos antes de sumirnos en el gélido frío tan típico de Portland. El día pasó demasiado rápido para placer mío, y de pronto ya me encontraba abandonando la escuela con una hora y media de antelación que el resto de mis compañeros de clase, y es que había logrado excusarme de hacer Educación Física, el doctor había convenido que me tomara esa semana con calma.

Salí del edificio con paso tranquilo, era viernes y me esperaba un tranquilo fin de semana, Lethar había aparecido y desaparecido intermitentemente durante la mañana, y a pesar de obligarme a prestar atención a mis clases había algo que no lograba abandonar mi mente, esa sensación extraña que portaba desde que había despertado en la madrugada. Lethar parecía comportarse como siempre, seguía vistiéndose como chico de preparatoria, lanzó varias frases irónicas y mordaces en mi contra, incluso se rió de algunos compañeros míos; sin embargo yo seguía sintiéndome extrañamente incómoda, como si me estuviese perdiendo algo especialmente importante, una parte de mi decía que sólo era paranoia, solía ser muy paranoica, en realidad demasiado, más aún luego del accidente y saber que tenía un guardián, estaba dada a pensar que habían muchas cosas que ignoraba dentro de mi misma realidad, es por eso que las sensaciones como corazonadas o malas espinas las atendía con especial preocupación, nunca se sabía cuando podía estar en lo cierto.

Ya casi había alcanzado el paradero para tomar el autobús cuando el espectacular Camaro negro apareció a mi lado, auto que no podía pertener a nadie más que a… bueno, él... Me quedé parada en la acera, sosteniendo con cierto nerviosismo los tirantes de mi mochila mientras se abría la ventana del copiloto, no había visto a Dimitri en todo el día, por lo que había pensado incluso que no había asistido a la escuela, pero al parecer estaba equivocada, ya que el Camaro parecía haber salido del estacionamiento del instituto.

- Hola, Heather- dijo asomando su cabeza levemente- Te llevo- añadió mientras abría la puerta del copiloto.

Por dos microsegundos dudé si subir o no, nuevamente esa corazonada incómoda hizo su aparición, pero luego recordé la actitud de Lethar en la madrugada, ya no parecía haber problema en ver a Dimitri. Este último pensamiento fue el que me hizo abrir la puerta más aún y deslizarme dentro del auto.

Inmediatamente mis fosas nasales fueron inundadas por su tan peculiar aroma, lo miré y no pude evitar sonrojarme al percatarme de la mirada fija que tenía puesta en mi.

- No te vi en la escuela…- comenté luego que echó a andar el auto a una velocidad francamente alarmante.

- Lo se- respondió mientras articulaba una sonrisa críptica.

Observé su perfil mientras me apoyaba en la puerta, esperando que aclarase su actitud de sabedor tan típica en él.

- No fui hoy…- aclaró finalmente.

Arrugué el ceño sin entender.

- ¿Entonces qué hacías ahora en la escuela?- pregunté confusa.

- Esperarte…- replicó en un tono por completo relajado, como si fuese cosa de todos los días que él esperase por mi a la salida de la escuela.

Volví a ponerme roja mientras desviaba la mirada de él, había algo muy raro en la ecuación de “chico perfecto + Heather”, no, definitivamente eso no estaba en mis registros de posibilidades ni estadísticas. Cuando fijé la vista en el camino, luego de muchos segundos me percaté que no estábamos tomando el camino a casa, estábamos yendo hacia el norte.

Miré a Dimitri y él sonrió aún más.

- Pensé que te gustaría conocer mi casa…- comentó mientras adelantaba a dos autos sin siquiera mostrar el más mínimo gesto de esfuerzo.

- ¿Tu… casa?- pregunté algo sorprendida.

Dimitri me miro unos segundos antes de volver al camino.

- Si… Aunque si no quieres…

- No, no es eso…- repliqué inmediatamente mientras maldecía mentalmente por ser tan idiota como para desaprovechar la posibilidad de conocer la casa del chico más perfecto que había conocido en mi vida hasta ese momento.

- Esta bien…

Condujo en silencio el resto del camino, yo me dediqué a observar las calles y casas pasar, el Camaro se movía con agilidad sobre el pavimento, no sabía si era producto del auto o de su conductor pero me daba la sensación que el auto se deslizaba sobre el pavimento como esos trenes supersónicos en que se mueven los orientales.

Di un respingo cuando la cabeza de Lethar apareció junto al auto en movimiento, miré a Dimitri pero él parecía concentrado en el camino, volví la vista hacia mi guardián, que volaba a la par con nosotros, me miraba a mi y luego a Dimitri, sin embargo su rostro mantenía un gesto impenetrable, traté de vislumbrar algún enojo en él, pero me fue imposible, realmente no podía entender el repentino cambio de Lethar respecto al asunto, sabía que debería sentirme aliviada por aquello, pero al contrario, el hecho de ver ceder tan repentinamente en su decisión me dejaba descolocada, con cierto recelo interior, y es que no encontraba coherencia en el asunto, por más que quebrara la cabeza. No, no la había.

-“Heather, deja de ser tan complicada y por una vez vive el momento”- mi voz interior parecía deseosa que dejase de rebanarme la cabeza a pensamientos, suspiré y decidí dejar de lado mis diatribas interiores.

Pasamos el Cementerio Evergreen y continuamos por la Avenida Warren cruzando la carretera 95, miré algo asombrada a Dimitri.

- ¿Llegaremos a Canadá?- pregunté con cierto matiz de broma, él carcajeó levemente.

- Nos gusta la tranquilidad de la periferia- respondió mientras doblaba por una calle más estrecha y detenía el auto frente a un inmenso portón de fierro.

Las rejas se abrieron automáticamente y entramos, me quedé asombrada mirando a través de la ventana el paisaje que se abría ante mis ojos, un condominio de casas enormes, con jardines delanteros de ensueño, claro, no se podía esperar menos de Dimitri Moskivits, si con apenas 16 años era poseedor de un coche que ningún adolescente normal podría si quiera soñar; las dos primeras casas no tenían muros delanteros por lo que era posible visualizarlas en toda su magnificencia, sin embargo, mientras avanzábamos en el Camaro, mi visión se vio interrumpida por enormes muros de cemento que habían puesto sus ricos propietarios para proteger su privacidad.

Dimitri continuó conduciendo un par de minutos, hasta que se detuvo en la fachada de un portón, que como por arte de magia se abrió automáticamente. Fui capaz de percibir como mi corazón se paralizaba expectante ante las puertas que se abrían frente a mi, dándome la primera visual de la casa de aquel extraño y fascinante chico que se encontraba a mi lado.

Estacionó frente a la entrada y antes que yo pudiese sacarme el cinturón ya estaba abriendo mi puerta del auto para ayudarme a bajar, lo miré algo asombrada, no estaba acostumbrada a gestos de galantería por parte de los chicos, es más, no solía relacionarme mucho con chicos, excepto Freddy, pero él tenía de galante lo que Eva tenía de hétero, así que no había por dónde.

- Bienvenida…- recitó él con su típica voz ronca y suave, perfecta.

Tomé su mano algo insegura, estaba casi segura que nos abriría la puerta un mayordomo y aparecería una dama de llaves para ofrecernos el té o algo parecido, sin embargo fue él mismo quien abrió la puerta y me hizo pasar.

Pasamos ambos por el hall de entrada, la casa era enorme, los muros estaban revestidos de madera oscura y la decoración de la casa era por completo lujosa, la verdad no me extrañaba, con solo ver el auto de Dimitri era obvio que provenía de una familia de mucho dinero.

- ¿Pasamos a la sala?- preguntó mientras me hacía un ademán con el brazo. Asentí en silencio mientras parecía que me adentraba en una extraña película de misterio, se respiraba un ambiente algo inquieto, o al menos eso fue lo que sentí apenas puse un pie dentro de aquella casa, supuse que era mi completa falta de roce social y el hecho de no tener como hábito el visitar casas ajenas que no fuesen las de mis dos mejores amigos que por cierto no solían vivir en mansiones de lujo situadas en la periferia.

Cuando cruzábamos uno de los pasillos llegó a nosotros un fuerte olor a humo de tabaco, volteé el cuello mirando hacia lo que parecía una sala de escritorio, era enorme, la pared del fondo con unos enormes ventanales por donde entraba a raudales el sol, haciendo el efecto visual del humo formando extraños espirales y argollas, mientras que el resto de las paredes laterales estaban revestidas con libreros que llegaban –literalmente- hasta el techo. Dimitri se detuvo en la entrada apoyándose en el muro mientras se cruzaba de brazos.

- Heather… quiero presentarte a mi hermano Alarik, Alarik ella es Heather…

Fue sólo entonces cuando me percaté que había alguien en la sala, sentado de espaldas a la ventana por lo que la sombra le daba de lleno a contraluz, miré hacia el escritorio y lo primero que percibí fue el brillo de sus ojos, algo en mi interior se inquietó, sin embargo articulé una leve sonrisa de cortesía mientras veía como la figura se levantaba de la silla, dejando el cigarrillo a un lado y caminando directamente hacia nosotros.

Decir hermoso era poco, físicamente era muy parecido a Dimitri, sin embargo su manera de andar era mucho más intimidante y voraz, tenía el mismo color de cabello oscuro, pero sus rasgos eran aún más exóticos que los de su hermano menor, vestía un pantalón oscuro y un sweater del mismo color, haciendo resaltar su palidez casi fantasmagórica, me percaté que sus ojos parecían traspasarme por completo, y sentí lo mismo que sentía al estar junto a Dimitri, que mis piernas no eran capaces de sostener mi cuerpo; por segundos fue como estar atrapada entre dos tigres poderosos. No fue si no hasta que Alarik se halló en frente de mi que me percaté que no había dicho palabra, perdida en mis observaciones.

- Es un gusto conocerte al fin, Heather- dijo él, su voz produjo un cierto escalofrío en la mitad de mi espalda, pero fingí ignorarlo lo más posible.

Alarik se acercó hasta mi y tendió su mano, igual de helada que la de su hermano. Miró a Dimitri y articuló una sonrisa que me hizo casi perder el aliento.

- Es más hermosa de lo que habías dicho, Dimitri…- objetó él.

Sentí que me encontraba en una mala y cruel broma, no podía ser en primer lugar que Dimitri hubiese dicho que me encontraba guapa, y en segundo lugar, su perfecto hermano no podía estar halagándome frente a frente, como si yo fuese una especie de modelo de revista y no una simple chica que aún no aprende a sentarse derecha en una silla, todo sonaba de mal gusto, tomando en cuenta que me encontraba entre dos chicos que parecían deidades griegas o modelos de revista Vogue y estaba claro quien era la insignificante en aquella habitación.

- Lo es, pero que sepas que Heather no se impresionará con tus galanterías, Alarik- respondió Dimitri con calma mientras se paraba junto a mi.- Es muy lista…- Alarik esbozó una mueca de suficiencia y posó su vista en mi, casi deseé que no lo hubiese hecho, y es que sentí mis mejillas enrojecer.

- Es un gusto…- respondí con un tono de voz unas dos octavas más agudas de lo normal.

Dimitri pasó su mano tras mi espalda, contacto que me tomó con cierta sorpresa, en un mismo día ya me había tomado de la mano y ahora me trataba como si fuese muy normal tener contacto corporal entre ambos, no es que me desagradase, al contrario, sólo me tomaba por sorpresa, aunque estaba claro que cada vez que había contacto entre nosotros parecía que una docena de sapos bailaba la conga en mi estómago.

- ¿Te quedarás a cenar con nosotros?- preguntó Alarik.

- Viene solo por unos momentos- respondió Dimitri antes que yo abriese la boca, lo miré pero él parecía concentrado mirar fijamente a su hermano, me percaté que la manera de hacerlo no era muy amigable que digamos.

- Si… debo volver pronto a casa…- añadí.

Alarik me sonrió, al mismo tiempo sentí la mano de Dimitri posándose completamente en mi espalda.

- Es una pena… me gustaría conocer más a los amigos de mi hermano- comentó con voz aterciopeladamente suave.

- En otra ocasión…- dijo Dimitri mientras me atraía de vuelta al pasillo- si me permites…- replicó volviendo a caminar hacia el pasillo, llevándome de vuelta con él.

- Hasta luego, Heather- se despidió Alarik tomando mi mano nuevamente, mientras sus dedos fríos se cerraban en mi palma- he sido un gusto conocerte…

- Igualmente…- respondí más por cortesía que por otra cosa, lo cierto es que no hubiese denominado como “placentero” aquella presentación, aún me parecía sentir su gélida mano tomando la mía cuando abandonábamos aquel pasillo.

Dimitri me llevó casi a la carrera hasta el otro extremo de la casa, había quitado ya su mano de mi espalda, lo observé por el rabillo del ojo, parecía algo contrariado. No me atreví a hablar hasta que estuvimos ambos sentados en la enorme sala, decorada con fastuosos cuadros y muebles antiguos.

Miré a Dimitri algo nerviosa.

- Tienes una linda casa…- dije sólo por romper el silencio- “Vaya inteligencia la tuya, Heather”- contra atacó mi mente- “Comentar sobre la casa, casi tan interesante como hablar del clima”- ironizó esa vocecilla odiosa en mi mente.

- No me gusta que Alarik se meta en mis asuntos…- respondió mientras alzaba la vista y me miraba fijamente.

Me quedé muy quieta, sin entender claramente de que estaba hablando, arrugué el ceño, abrí la boca para hablar pero él continuó explicándose.

- Alarik suele querer controlar todo en mi vida… es por eso que no me gusta que se inmiscuya demasiado…

- ¿No te gusta que tu hermano conozca a tus amigos?- pregunté confusa.

- No me entusiasma la idea que se acerque mucho a ti…-respondió mientras volvía a arrugar el ceño.

Me quedé en blanco, no esperaba aquella respuesta de su parte. ¿Por qué?

- ¿Entonces para que me trajiste a tu casa?- volví a arremeter sin entender.

Dimitri me miró fijamente, volví a perderme en su mirada oscura y misteriosa, observé todo su rostro mientras sentía como mi pulso se aceleraba como si hubiese corrido una carrera de 100 metros planos, él sonrió levemente, mientras continuaba atrapándome con sus orbes.

- Porque creí que te gustaría conocerla…- respondió.

- Ah…

Silencio. Lo miré y él continuaba mirándome fijamente, volví a sentir que me faltaba el aire, mientras mi corazón se disparaba.

- ¿Qué?- pregunté finalmente.

Él pareció sorprendido con mi pregunta, sin embargo volvió a sonreír con esa mueca misteriosa tan típica de él.

- Ven, te mostraré la casa…- respondió mientras se levantaba del sillón y tomaba mi mano.

Sus dedos atraparon los míos pero un contacto suave y agradable, me dejé guiar por él, que un chico tan guapo y perfecto me guiase para mostrarme su mansión era sin dudas algo nuevo para mi; volvimos a pasar por el despacho del hermano mayor de Dimitri, sin embargo se encontraba vacío, aunque aún era posible ver el humo recorriendo la habitación. Subimos escaleras y continuamos caminando por uno de los pasillos del segundo piso, llegamos hasta una enorme ventana que él abrió, dando paso a un enorme balcón, caminé y llegué hasta la baranda de éste, a nuestros pies la vista de todo el jardín y parte de los jardines de casas aledañas se vislumbraba con toda claridad, los árboles se imponían en el paisaje, con distintas tonalidades de amarillos y naranjas, pintando de colores cálidos el otoño que ya casi empezaba en Portland.

La tarde pasó con rapidez insospechada, el tiempo voló entre conversaciones, miradas y silencios que cada vez eran menos incómodos, no podía evitarlo, había algo, como un imán que me atraía hacia él, y mi corazón no dejaba de palpitar sangre a una velocidad casi ridículamente vergonzosa cada vez que mis ojos se cruzaban con los suyos. Era un hecho: me gustaba demasiado Dimitri Moskovits.

No volví a ver a Alarik hasta que ya casi nos íbamos, apareció luciendo igual de perfecto y escalofriante que la primera vez.

- Nos veremos otra vez, Heather…- pronunció él a modo de despedida.

No supe si era una pregunta o una afirmación, sonreí tratando de ser cortés, lo normal hubiese sido decir que sería un gusto pero aquellas palabras no abandonaron mi boca, y es que la verdad, no me apetecía volver a encontrarme con Alarik Moskovits, había algo en él que me perturbaba.

El viaje a casa fue cuando ya el sol estaba casi por completo desaparecido, prontamente el cielo se tornó oscuro y para cuando ya cruzábamos la ciudad hasta mi casa se vislumbraban las primeras estrellas, fue en ese instante en que recordé que Lethar no se había aparecido ni una sola vez aquella tarde, un nudo volvió a formarse en mi estómago con aquella inefable sensación.

Aparcó fuera de mi casa y por segundos nos miramos en silencio, sentí mis mejillas enrojecer, sus ojos me observaban de una manera demasiado penetrante como para que mi corazón de adolescente sobre hormonada lo soportase, sobre todo porque no era común que alguien como yo recibiese miradas de aquel tipo.

Me aclaré la garganta un poco antes de hablar, sin embargo fue Dimitri quién se adelantó a mis palabras.

- Gracias por pasar conmigo la tarde…

Me quedé algo paralizada en mi asiento sin saber qué decir, normalmente nunca me agradecían el hecho de compartir mi presencia con otras personas, básicamente porque no solía ser el epicentro de la entretención ni mucho menos, es más, pensaba que muchos en mi escuela se aliviaban al verme abandonar el mismo espacio físico que ellos, la chica huérfana con tendencias homosexuales no les iba demasiado.

- Oh…-me volví a aclarar la garganta- gracias a ti por invitarme a conocer tu casa… ya sabes…

Silencio.

Nuestras miradas se cruzaron y pude ver como el torso de Dimitri Moskovits se acercaba hacia mi, su rostro acortando las pulgadas que nos separaban, sentí la sangre fluir por mis venas de manera escandalosamente rápida ¡Dimitri Moskovits iba a besarme! O al menos eso creí, pero entonces todo sucedió muy rápido, la voz de Lethar llegó clara a mis oídos.

- Pero que lindo y… prohibido espectáculo…- murmuró con su típica voz irónica.

Fue inevitable dar un salto mientras mi cabeza ladeaba a mirar hacia el parabrisas donde Lethar estaba cómodamente sentado sosteniendo una hoja con el mensaje de “Fin de la NO-CITA”, fue tanto la sorpresa de aquello que al saltar sorprendida mi cabeza golpeó el techo del Camaro.

- Heather…

Ok. Fin del momento especial, Dimitri se encontraba inclinado un poco hacia mi pero sea lo que sea que haya estado intentando hacer había desistido, bajó del auto y se apresuró a abrir la puerta del copiloto mientras yo maldecía en voz baja a Lethar, no podía ser tan podidamente inoportuno ¿Y en ese instante dónde se encontraba? Ni luces de mi guardián, típico de él, solía aparecer y desaparecer a placer lo cual era realmente desagradable, sobre todo cuando tenía todos los deseos de estampar mi puño en su cara.

Bajé del auto aún sintiéndome furiosa, lo peor es que nunca llegaría a saber qué es lo que exactamente iba a ocurrir en el Camaro y Lethar era el culpable por ello; luego de una despedida donde no hubo ningún tipo de contacto corporal entre nosotros-como yo hubiese deseado- Dimitri se marchó, entré a casa y supe que Lethar estaba arriba, y lo sabía porque le escuchaba canturrear como si nada una canción de The Doors.

En la línea “light my fire” fue cuando logré llegar a mi habitación y cerré de un portazo casi atravesándolo con la mirada.

- ¿Qué te traes, Lethar?- estallé lanzando mi mochila lejos y atravesando la habitación hasta donde él estaba, mi guardián me miró con una de sus típicas sonrisas torcidas, esas que en momentos de confrontación sólo logran exasperarme más.

- ¿Traerme con qué?

- Lo sabes- repliqué picando su pecho con mi dedo- ¡Dios! Necesito que dejes de pulular alrededor mío cada vez que tengo una cita, por si no te habías dado cuenta no soy de las del tipo que tienen filas de chicos invitándome a salir.

- Yo no “pululeo” alrededor tuyo, Heather, además… ¿a eso le llamas cita?- preguntó burlón logrando que mi ceño se juntara aún más. De todas formas Lethar tenía razón, eso no había sido una cita, había sido una invitación casual a conocer su casa.

Estaba tan furiosa que me encerré en el baño de un portazo, era realmente estúpido ya que sabía que si le daba la gana Lethar era perfectamente capaz de aparecerse ahí, pero esperaba entendiera que estaba lo suficientemente furiosa con él como para que no intentase hacerlo.

Lavé mi cara repetidas veces tratando de calmarme, mientras me secaba con una toalla sentí tres golpes suaves en la puerta.

- ¡Fuera de aquí, Lethar! ¡He dicho que te largues!

- ¿Heather?

La sangre abandonó mi cuerpo al reconocer la voz de Ronald al otro lado, lancé la toalla y abrí la puerta inmediatamente encontrándome con la interrogante cara de mi tío.

- ¿Lethar? ¿Quién es Lethar? ¿Qué hay un chico en casa? – preguntó él mientras inspeccionaba mi habitación como esperando encontrarlo detrás de las cortinas o algo así, me mordí los labios nerviosa- ¿A quién gritabas Heather? – preguntó observándome fijamente.

En ese instante apareció el susodicho levitando justo detrás de Ronald, con los brazos cruzados, parecía estar disfrutando el momento realmente incómodo en el que me encontraba. Mi silencio le hizo entender a mi tío que si bien ya no estaba lo cierto es que sí había habido un chico en mi habitación; fue su turno de ponerse incómodo, lo supe por la manera en que rascó su nuca antes de hablar.

- Bien… creo que nunca habíamos hablado del tema de citas antes, es decir…

- Ronald, no es…- pero no pude continuar debido a la risilla burlona que Lethar soltó en aquel instante, vaya que si estaba disfrutando el momento. ¿En serio aquel ser infantil y molesto era mi ángel guardián?

- Pero debo decir que mientras yo no esté en casa tienes prohibido traer chicos a tu habitación… creo…

Lo cierto es que Ronald era un total novato con eso de reglas impuestas por padres, cada vez que me daba alguna orden o sentencia lo acompañaba con un “creo” que lo hacía perder por completo su autoridad, a veces hasta me lamentaba que él tuviese que pasar por todo esto de ser mi tutor, había tenido que cuidarme luego de morir toda mi familia, como hermano de mi madre y único pariente vivo que tenía era lo que correspondía, era eso o servicios sociales; por eso me limité a un resignado “esta bien, como tú digas”, no quería más problemas, es más, lo único que quería era que Ronald volviese a su despacho en el primer piso y así poder estampar el rostro de Lethar contra la pared. Sin embargo a pesar que Ronald se fue Lethar no volvió a aparecer de nuevo, incluso no apareció cuando le llamé lo cual fue verdaderamente extraño, fue entonces cuando la sensación de angustia volvió a mi, la misma sensación que había tenido la noche anterior, el día había estado recargado de tantas cosas que el incidente de la madrugada había sido casi por completo borrado de mi memoria hasta ese instante…

Me acosté y tarde horas en conciliar el sueño, la última vez que miré el reloj sobre la mesita de noche antes de caer rendida al sueño marcaban las tres y veinte de la madrugada y Lethar continuaba sin aparecer, lo siguiente que supe fue que me vi envuelta en extraños sueños, conmigo caminando entre una total oscuridad que de pronto era iluminaba por una cegadora luz, acompañada de un agónico grito…